Fábula de la Ratoncita Presumida

Diversos valores se reflejan en el cuento o la fábula de la ratoncita presumida. De forma similar ocurre con otras historias que usan animales, como el cuervo y el zorro. Sin embargo, la ratoncita presumida contiene enseñanzas especialmente dirigidas a los jóvenes y los adultos.

Fábula de la Ratoncita presumida

Por supuesto, los más pequeños también pueden beneficiarse de la moraleja transmitida de forma entretenida. Debido a ello, resulta conveniente repasar todos los aspectos de la historia.

Ratoncita presumida

El clásico cuento tiene como protagonista a una ratoncita que debe tomar una decisión de gran magnitud. Debido a que se le presentaron varios pretendientes, quiso escoger con quién pasar el resto de su vida, un esposo. Ahora bien, ¿qué criterios guiaron su elección? ¿Cuáles fueron los resultados de la decisión que tomó?

Para saber las respuestas a esas interesantes preguntas, es necesario hacer un repaso de la divertida historia que viene con moraleja:

“Había una vez una ratita que se encontró una moneda de oro. Se puso muy contenta al verla. De hecho, rápidamente empezó a pensar en qué podía gastar el dinero.

– A ver, a ver… me lo gastaré… ¡en caramelos! No, no, que se me estropearán los dientes… Pues, en bizcochos… no, no, que me dolerá la tripa. ¡Ya lo tengo! ¡Me compraré un lindo lazo rojo!

La ratita se fue muy contenta al pueblo y se compró un enorme lazo rojo. Estaba tan guapa con él, que se sentó en la entrada de su casa para que todos la vieran.

Pronto comenzaron a acudir hasta allí todos los animales solteros de la zona. El primero fue el gallo, que acudió a casa de la ratita con un elegante traje:

– Kikirikí, ratita, ratita, ¡qué guapa que estás hoy! ¿Te quieres casar conmigo?

La ratita preguntó:

– ¿Y qué harás por las noches?

– ¡Kikirikí! ¡Kikirikí!- gritó él.

– Uy, no, gallo, que me despertarás.

Al cabo de un rato llegó el cerdo, con su porte elegante y sus andares tan simpáticos. Miró a la ratita y dijo:

– Oinc, oinc… ratita, ratita, pero qué guapa que estás hoy… ¿te quieres casar conmigo?

– Umm… Y dime, cerdo, ¿qué hará por las noches?

– ¡Oinc! ¡Oinc!- contestó el cerdo muy orgulloso.

– Ay, no, ¡que me despertarás!- dijo asustada la ratita. Y el cerdo, se fue.

Pocos minutos después se acercó el burro, muy aseado para la ocasión. Al ver a la ratita dijo:

– Iaaaaa… ratita, ratita, mira que estás linda hoy. ¿Te quieres casar conmigo?

Y la ratita le dijo:

– ¿Y qué harás por las noches, burro?

– Iaaa, Iaaaaa… – rebuznó él.

– Ay, no, que me despertarás.

Después del burro, llegó el perro, moviendo su cola muy contento. Al llegar a la casa de la ratita, dijo:

– Guau, guau, qué guapa estás, ratita. ¿Te quieres casar conmigo?

– Uy, perro, dime, ¿y qué harás por las noches?

– ¡Guau! ¡Guau!

– Ay, no, que me asustarás…

Y el perro también tuvo que irse de allí. Entonces apareció un ratoncito que se enamoró al instante de la ratita al verla:

– Ratita, ratita, qué bonita estás… ¿te casarías conmigo?

– Oh, pues… ¿y qué harás por las noches?

– ¡Soñar contigo!

La ratita se sonrojó, pero no sabía si el ratoncito era su pareja ideal, así que le dijo:

– Bueno, me lo pensaré.

El ratoncito se fue un poco triste, pero se quedó cerca. Estaba decidido a intentarlo de nuevo y a esperar la decisión final de la ratita. En esto que vio pasar a un gato y sus sentidos se agudizaron. Le siguió y vio que llegaba a la casita de la ratita para cortejarla:

– Miauuu, miauuu- dijo el gato con dulzura- Ratita, ratita, ¿te quieres casar conmigo?

– ¿Y qué harás por las noches?- preguntó la ratita.

– ¡Miauuu!- dijo con mucha dulzura el gato.

– Oh… con tu sonido me dormiré. Contigo me casaré.

El gato entró en la casa y el ratoncito, que se olía lo peor, se asomó a la ventana. Y entonces vio que el gato estaba a punto de abalanzarse sobre la ratita.

– ¡Socorro! ¡Gritó ella!

El ratoncito saltó con mucha agilidad sobre el gato y le clavó sus dientecitos. El felino, que no le vio llegar, se asustó tanto que salió corriendo de allí.

– Oh, ratoncito, creo que ya tomé una decisión- dijo entonces la ratita. Contigo y solo contigo me debo casar.

Los ratones se casaron y fueron muy felices el resto de sus días.”

Moraleja y aprendizaje

La ratoncita presumida deja claro lo que no deberían hacer las personas al elegir pareja. Ella se fijó simplemente en la apariencia del gato y el sonido que emitía, lo cual hizo que enfrentara un grave peligro. Trasladando el aprendizaje a los seres humanos, hay cosas más importantes que la atracción física para comenzar una relación.

Otra fábula muy entretenida e ideal para niños es la del pastor mentiroso. Puedes compartírselas si quieres enseñarles un relato positvo.

La compatibilidad en personalidad, valores y gustos también es un factor a considerar al hacer tan importante elección. Tristemente, hay individuos que saben ocultar muy bien sus malas intenciones bajo una máscara de encanto, como lo hizo el gato.

A diferencia de la ratita, las personas deberían ser audaces para descubrir el engaño, en lugar de cegarse. Por otro lado, el ejemplo del ratón sí es digno de seguir, pues este mostró diversas cualidades. Fue capaz de percibir el peligro prontamente y, por amor, actuó con valor para salvar la vida de la ratita.

De él, las personas deberían imitar el estado de alerta ante posibles peligros, para poder evitarlos. Además, es digno de resaltar que el ratón realmente amaba a la ratoncita, pues lo demostró ante una situación difícil. De hecho, estuvo dispuesto a poner en riesgo su propia vida con tal de salvarla a ella.

Sin duda, la amistad y el amor de verdad prevalecen incluso en los problemas más complicados. Nadie puede decir que es fácil lograrlo, pero eso es lo que prueba que todos los sentimientos son auténticos. Todas esas lecciones son de provecho para mayores y menores.