Fábula de la Liebre y la Tortuga
Una de las fábulas más populares se titula “la liebre y la tortuga”. Esta historia es muy usada por padres y maestros para enseñar a los pequeños valiosas lecciones de humildad y perseverancia. Sin embargo, es posible encontrar más de una moraleja implícita en los acontecimientos.
Lo mismo pasa con el cuento de la lechera y la fábula de Polifemo y Galatea. Por ese motivo, resulta beneficioso repasar esta fábula y detallar en todo lo que tiene para ofrecer.
La liebre y la tortuga
Tal como el título lo indica, los protagonistas de esta historia son animales a los cuales se les atribuyen capacidades humanas. El evento principal es una carrera entre la liebre y la tortuga, criaturas con capacidades muy diferentes. Aunque parezca obvio quién será el ganador, los resultados finales pueden sorprender a los lectores u oidores.
Aunque es una fábula relativamente corta, se puede sacar mucho provecho de ella y resulta fácil entender por qué:
“En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa y vanidosa, que no cesaba de pregonar que ella era el animal más veloz del bosque, y que se pasaba el día burlándose de la lentitud de la tortuga.
– ¡Eh, tortuga, no corras tanto! – Decía la liebre riéndose de la tortuga.
Un día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta a la liebre:
– Liebre, ¿vamos hacer una carrera? Estoy segura de poder ganarte.
– ¿A mí? – Preguntó asombrada la liebre.
– Sí, sí, a ti – dijo la tortuga – Pongamos nuestras apuestas y veamos quién gana la carrera.
La liebre, muy engreída, aceptó la apuesta prontamente.
Así que todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. El búho ha sido el responsable de señalizar los puntos de partida y de llegada. Y así empezó la carrera:
Astuta y muy confiada en sí misma, la liebre salió corriendo, y la tortuga se quedó atrás, tosiendo y envuelta en una nube de polvo. Cuando empezó a andar, la liebre ya se había perdido de vista. Sin importarle la ventaja que tenía la liebre sobre ella, la tortuga seguía su ritmo, sin parar.
La liebre, mientras tanto, confiando en que la tortuga tardaría mucho en alcanzarla, se detuvo a la mitad del camino ante un frondoso y verde árbol, y se puso a descansar antes de terminar la carrera. Allí se quedó dormida, mientras la tortuga seguía caminando, paso tras paso, lentamente, pero sin detenerse.
No se sabe cuánto tiempo la liebre se quedó dormida, pero cuando ella se despertó, vio con pavor que la tortuga se encontraba a tan solo tres pasos de la meta. En un sobresalto, salió corriendo con todas sus fuerzas, pero ya era muy tarde: ¡la tortuga había alcanzado la meta y ganado la carrera!
Ese día la liebre aprendió, en medio de una gran humillación, que no hay que burlarse jamás de los demás. También aprendió que el exceso de confianza y de vanidad, es un obstáculo para alcanzar nuestros objetivos. Y que nadie, absolutamente nadie, es mejor que nadie.”
Moraleja y aprendizaje
Todos pueden comprender la moraleja principal: la vanidad conduce a la humillación pero la persistencia produce el éxito. La liebre se vanagloriaba de su rapidez, habilidad que sí poseía pero la presumía y se burlaba de otros. Debido a esa actitud tan egocéntrica, subestimó a su rival y tuvo confianza excesiva en sí misma. Eso la llevó a cometer errores que le costaron la victoria.
De eso se aprende que nadie debería creerse superior o menospreciar a otros, por el simple hecho de tener una habilidad. Por otra parte está la tortuga, un ejemplo que sí vale la pena seguir, por obvias razones. La tortuga estaba consciente de que la liebre era más rápida, pero sabía que ella también tenía puntos positivos.
No se dejó intimidar, con valor propuso la carrera y su perseverancia la llevó a obtener la victoria. En la vida, la constancia es necesaria, por eso los niños deberían desarrollarla y los adultos conservarla. Esa cualidad no solo es útil a nivel académico o en el campo laboral, prácticamente funciona en cualquier ámbito.
Otra enseñanza transmitida se basa en que nada está garantizado y las cosas no siempre salen del modo esperado. Por lo tanto, los individuos no deberían rendirse y dar por sentado que no lograrán lo que quieren. La gente no tiene por qué hacerle caso a aquellos que los humillan y les dicen que no pueden. Al final, si persisten, le demostrarán lo contrario.